lunes, 26 de octubre de 2009

Caminante III

Tras un largo camino, y con las suelas de sus zapatos ya gastadas, consiguió ver en el horizonte las luces de la ciudad. Estaba hambriento y cansado, pero al ver las luces, ambas sensaciones fueron sustituidas por una alegría inmensa. Todo el esfuerzo invertido había merecido la pena. Caminó hacia las luces sin pensarlo dos veces. Quería llegar lo antes posible a ese foco de luz. Hacía mucho que el Sol ya había caido, y ya no podía medir distancias cono cuando el brillo del astro acompañaba en el camino, pero no importaba. El camino de tres días le había enseñado a vivir a la intemperie, y a echar de menos la compañía humana. Jamás había sentido tanto la falta de alguien como cuando tuvo que conseguir su propia comida y vió que no tenía a nadie con qun compartir el gozo de conseguirlo. Nadie vio la lágrima que rodó sobre su cara cuando pasó por sus mejillas.

Nadie vio el gesto de alegría que inundó su rostro mientras caminaba decidido hacia su BRILLANTE HORIZONTE

1 comentario:

Anónimo dijo...

fernando mencantaa!!!!escribes tela de bienn sigue asi bs!!