domingo, 25 de octubre de 2009

Caminante II

Cuando las suelas de sus pies aún no dejaban de sangrar reemprendió el camino. No había tiempoq ue perder. Su nueva vida lo esperaba y el quería tomarla lo antes posible. La fatiga apretaba y el cansancio ardía, pero el sudor enfriaba y el cansancio, como cualquier otra cuerda se podía desatar. Nadie iba a parar sus pies, lo había decidido, y en eso no había cambiado ni una pizca, nada iba a hacerle cambiar de opinión. No se desviaría del camino, no otra vez. Ya lo hizo antes y se perdió, necesitó encontrar a alguien que lo sacara del agujero y ese alguien lo encontró a él. Es curioso, como cuando menos te lo esperas siempre hay una mano dispuesta a levantarte, quien lo iba a decir. Y gracias a esa mano él estaba allí. Aprendió a ser autosuficiente y olvidó todo lo que era. Pasó a ser un hombre nuevo, una luz en la oscuridad, una piedra menos en el camino. Una nube en el cielo cubrió el sol, y gotas de lluvia cayeron sobre su cabeza. Sonrió. Al fin, despues de un largo camino, se tumbó sobre la hierba mojada y cerró los ojos. El olor de la hierba húmeda le trajo recuerdos, una sonrisa, una mirada, un cabello dorado... Recordó su bien más preciado, a ella, había desaparecido... Ya no la volvería a ver. Y sin embargo seguía feliz. Cumplía el ultimo deseo de su amada: "cuando yo me vaya, deja todo atrás y busca mi sonrisa de nuevo".
Se levantó, hacía ya un rato que dejó de llover y siguió su camino.

Cada vez falta menos.

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