domingo, 15 de noviembre de 2009

Caminante VI

Aquel hombre que acababa de llegar le inspiró confianza a primera vista, su barba blanca, muy poblada y su sonrisa imborrable hacian de él una persona agradable a la vista. Iba vestido con un traje burdeos, camisa blanca y corbata unos tonos mas oscura que la chaqueta. No era especialmente alto y andaba muy erguido. Se acercó a él y se colocó tras el mostrador. Sacó un libro y al abrirlo descubrió que las tres primeras páginas estaban llenas de nombres, el resto de ellas estaban impolutas. El anciano abrió la boca por primera vez:
-Bienvenido, ¿qué le trae por aquí?-su voz era grave, pero muy dulce a la vez.
-Vine a comprar este local, ¿Es usted el dueño?-contestó él con su mejor educación.
-Muchos lo han intentado antes y más adelante se arrepintieron, ¿Qué cree que le hace diferente? Señor...-Dijo el anciano arqueando las cejas.
Él se vio sorprendido, era la primera vez que preguntaban su nombre en la ciudad, ni siquiera habia tenido que utilizarlo en el As de Picas, donde misteriosamente sabían su nombre.
-Calisto Gutiérrez. Verá, lo que me hace diferente a ellos es algo extraño, son dos razones. La primera es que estoy seguro de que ninguno de los que vinieron antes que yo ha visto lo que yo, y la segunda es que ninguno de ellos haría con su local lo que yo voy a hacer.-No necesitó buscar las palabras, le salieron solas de la boca. El anciano le dedicó una mirada seria que inmediatamente cambió por la expresión amable que tenía cuando llegó a la sala.
-Me ha convencido, señor Gutiérrez, perohay algo que me inquieta.¿Qué es lo que usted va a hacer?
Calisto sonrió.
-Para saberlo, habrá de esperar a que esté terminado.
-De acuerdo. Hablemos de las condiciones...

martes, 3 de noviembre de 2009

Caminante V

La primera noche en el As de Picas descansó como pocas veces lo había hecho antes. A pesar de estar agotado y haber dormido poco, se levantó con mucha energía y ganas de conocer la ciudad a la que había llegado. Cruzó el pasillo que llevaba desde la habitación 315 hasta la escalera que bajaba hasta la recepción. Le  llamó la atención que la escalera no tenía baranda a la que poderse agarrar, y en la pared roja había un texto escrito en blanco.
"No hay más que lo que ves
lo que ves no es todo lo que hay."
Bajó las escaleras y cuando llegó a la recepción, el mismo joven que el día anterior lo atendió el día anterior le atendió lo estaba esperando con una sonrisa y un sobre en la mano. Cogió el sobre y se fue.

Al atravesar la puerta volvió a encontrar una ciudad grisy apagada. Los hombres y mujeres que paseaban por sus calles parecían presos de una inevitable rutina. Sus rostros serios parecían ignorar lo que es soñar. Caminó un rato hasta que encontró un pequeño local que estaba en venta. Entró en él y encontrño un mostrador, el resto estaba vacío. En el mostrador había una nota.
"Vuelvo cuando quiera."
A la derecha de la nota hbaía un timbre, lo pulsó y no sonó nada. Pasados unos minutos se abrió la puerta y entró un hombre diferente a los demás que había visto.
Un hombre anciano de mirada penetrante.