martes, 9 de febrero de 2010

Caminante XII

Esa mañana Calisto se levantó animado, tenía muchas cosas que hacer en un día, Federico lo había convencido, debía poner en marcha su negocio antes de que la Élite descubriese su idea. No iba a serfácil, pues tenía la impresión de que no iba a encontrar los materiales que buscaba en la ciudad, y tendría que ir en coche. Así que sin entretenerse bajó la escalera y antes de que el recepcionista pudiera terminar de darle los buenos días salió por la puerta.
-Buenos días se..., ¡Espere! - Calisto no lo oyó.
Tras haber hablado con Federico, Calisto fue a su habitación y pasó buena parte de la noche buscando un lugar donde poder conseguir un vehículo. Sólo encontró uno, no estaba demasiado lejos del As así que podría ir por la mañana.
Cuando llegó, no lo trataron con demasiada amabilidad, pero consiguió lo que quería, un vehículo con el que poderse mover, un Seat Panda blanco. Aunque parecía viejo estaba bien cuidado.
En cuanto consiguió el coche, salió de la ciudad, no le costó mucho saber por donde ir, conocía la zona aunque nunca había estado en la ciudad que ahora era su residencia, sabía perfectamente donde ir, aunque no estaba precisamente cerca, y tras media hora al volante, paró en una casa que estaba en mitad de la carretera, se apeó del Seat y se acercó a la casa, que estaba mucho más descuidada que la última vez que estuvo allí. Llamó a la puerta, y tras un rato esperando le abrió la puerta un hombre bajito, gordo y muy poco cuidado.

-Buenos días Arturo, ¡Cuánto tiempo sin verte!

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